Redescubriendo la cepa semillón

Racimo de semillón con pudrición noble, Château Filhet, Sauternes

Sin embargo, expuesta a algunas excentricidades de la naturaleza, como a la pudrición noble, es capaz de producir algunos vinos sublimes que están entre los más apetecidos y caros del mundo, como los afamados Sauternes. Se trata de vinos semi-dulces que provienen de esa pequeña región de la zona de Graves, en Burdeos, y cuyo ejemplar más valorado es el reconocido Château d’Yquem.

En nuestro país hubo alrededor de 35.000 hectáreas plantadas con semillón, lo que llegó a representar el 75% de las variedades blancas en Chile. Hoy solo quedan 2.700 hectáreas, dentro de las cuales existen varios clones. Incluso se piensa que una de esas variantes sería la reconocida ugni blanc, la variedad emblemática de la zona de Cognac, cuyos vinos resultan ideales para la destilación.

Pero la semillón no solo necesita pudrición noble para dar origen a vinos distintivos. Tiene buena untuosidad, asume bien los sabores de la barrica (ojalá no nueva), y le queda bien el aire en su proceso de fermentación. Muchos recordarán el antiguo vino Las Encinas, que justamente se elaboraba aprovechando las “desventajas” de la cepa (un trabajo oxidativo y su elevado nivel de alcohol,) para producir un vino seco, algo ‘ajerezado’, que quedó en el ADN de varias generaciones de chilenos.

Hoy, un pequeño grupo de bodegas chilenas se asociaron para rescatar el valioso patrimonio que significan esas antiguas parras de semillón, algunas de más de 80 años, y darles un valor agregado a sus vinos. Ellas son las viñas Aresti, Bouchon, Carmen, Casas del Toqui y J.A. Jofré, cada una con vinos de estilos bien diferentes.

El más complejo de los cinco fue Quijada #1 de Viña Carmen ($15.000). Proviene de parras plantadas en 1950 en Apalta y tiene un 13% de sauvignon blanc que le aporta frescor y acidez. De color dorado, muestra notas de miel, flores blancas y almendras ahumadas. De gran boca y bien redondo en el paladar, la madera (a pesar de ser de tercer uso) se le nota, pero se conjuga bien con su rica acidez.

De viñedos propios en el valle de Curicó proviene la fruta para el Trisquel Series Origen 2015 de Viña Aresti ($9.000). Cítrico y floral en nariz, tiene en boca una buena grasitud y una textura de grano fino. Presenta intensas notas de miel y cítricas con un interesante toque terroso y un final levemente amargo.

 

 

Aunque resultó ser el más simple de la serie, el Barrel Series de Viña Casas del Toqui ($5.990) entrega una excelente relación precio-calidad. Un vino rico, liviano y ligero, que resulta ideal como aperitivo.

Sauvignon Vert es el nombre que le puso Juan Alejandro Jofré a su vino ($11.990), a pesar de que esta variedad solo representa el 20% del total. El resto es semillón de viejos viñedos rescatados en Romeral Alto, valle de Curicó. La estructura del vino proviene de uvas fermentadas con sus orujos. Notas de cáscara de naranja, tonos melosos y almendras caracterizan su atractiva nariz. En boca tiene un interesante carácter semi-dulce, al que le podría faltar algo más de acidez.

Las Mercedes, Singular 2015 de Viña Bouchon ($7.500) proviene del Maule y resultó ser uno de mis favoritos. Hace algunos años había probado este vino y me había encantado, pero Julio Bouchon decía que comercialmente era difícil. Proviene de parras de 70 años de la zona de Batuco, en el Maule. Me alegro de que lo hayan mantenido e incorporado al portafolio de la viña con etiqueta y vida propia. Es un vino no filtrado, que en nariz presenta delicadas notas florales y cítricas y que en boca es de textura ágil, muy fresco y fácil de beber.

Fotografías de botellas de Harriet Nahrwold (©)