Viña Nerkihue: una novedad del ‘off’ Colchagua

Viña Nerkihue, Lolol, Valle de Colchagua

De un tiempo a esta parte, en el valle de Colchagua han aparecido algunas interesantes propuestas de viñas que no son parte de su exitosa Ruta del Vino. Para estas novatas no es fácil ser outsider en un valle que ha logrado posicionarse entre los destinos turísticos más atractivos de Chile. Y con vinos que –gústenle a uno o no–, tienen una identidad bien marcada por su clima y suelo. Una de estas bodegas del off Colchagua, como algunos llaman a estos viñateros rebeldes, es Viña Nerkihue, que se ubica cerca de Lolol, enfrentando las viñas Lurton y Santa Cruz.

Alberto Eckholt, enólogo de Viña Nerkihue

La propiedad es de Domingo Arteaga, cuya familia tiene una larga trayectoria en el negocio de graneles en Chile. Pero este campo, de solo 26 hectáreas, es su proyecto personal. A cargo de la elaboración de los vinos está el joven enólogo Alberto Eckholt, quien hace algunos años fuera el responsable de las operaciones enológicas de Viña Montes en Napa, Estados Unidos. Si bien Eckholt está también a cargo de la comercialización de los graneles de Arteaga, su inquietud por hacer algo más personal con esos viñedos plantados en laderas, que enfrentan al sur y se benefician de las condiciones más frescas de Lolol, lo llevó a crear un tipo diferente de vinos.

Viña Nerkihue, Lolol, Valle de Colchagua

Se trata de la línea Quiebre de Viña Nerkihue, actualmente compuesta por cuatro vinos tintos monovarietales –malbec, cabernet sauvignon, carmenère y syrah– que además no tienen guarda en madera (lo que solía llamarse ‘varietal’) y provienen de un viñedo específico (o single vineyard). Ello, debido a que la bodega es pequeña, con estanques de un tamaño perfecto para vinificar por separado cada uno de los 13 cuarteles en que se divide el viñedo.

Los cuatro vinos de la línea Quiebre de Viña Nerkihue

Con una etiqueta llena de símbolos familiares para los Arteaga, y con un corte que literalmente indica un quiebre (generacional, de estilo, etc.), estos cuatro vinos están hechos con honestidad y con el único afán de que expresen su terroir sin maquillajes. De cada variedad se elaboraron sólo 1.200 botellas, y la verdad es que, en su versión 2015, resultan una delicia. Sobre todo su malbec y su syrah. También sorprende saber que el carmenère se cultiva sin riego, y que sus uvas se cosechan maduras a fines de marzo, sin notas piracínicas y con rica acidez.

Malbec 2015 de Quiebre

De los cuatro vinos, el Malbec 2015 resultó mi favorito: ya en la nariz se muestra muy limpio y floral, con abundante fruta y buena expresión varietal. En boca es jugoso y fresco con una acidez que hace salivar y taninos largos que se agarran al paladar, pero sin ser agresivos. ¡Muy recomendable!

La nariz del Cabernet Sauvignon 2015 resulta muy seductora, con aromas limpios de frambuesas y regaliz. En boca es gustoso, con una mezcla de frutos rojos y negros, especias y taninos de gran estructura. Finalmente, está el Carmenère 2015, un vino sabroso, con notas de frutos negros en nariz y en boca, maduro pero con rica acidez.

Syrah 2015 de Quiebre 

A pesar de ser un vino con algo más de 14º de alcohol (que se sienten solo al final del paladar) el Syrah 2015 también me gustó mucho. Tiene las características notas cárneas de la variedad, seguidas por raudales de moras y cerezas negras. Es jugoso y tiene una textura notablemente suave y aterciopelada. Creo que sería interesante seguirle la pista a este vino para ver como evoluciona con un par de años en la botella.

En años particularmente buenos, Arteaga elabora un par de barricas de Justo, su vino ícono, que inicialmente dejaba solo para el consumo de la familia. Se trata de una mezcla de cepas que resulta más madura y traspasada de madera que los vinos de la línea Quiebre. En definitiva, un vino más a la antigua usanza de Colchagua.

Los vinos dela línea Quiebre se venden por $8.000 directamente en la bodega o vía internet a través de bernardo@nerkihue.com